¿Y si pudiéramos reprogramar las células malignas para que
vuelvan a ser normales? El doctor Jay
Bradner podría tener la clave.
Seguramente no te dirá nada, pero la siguiente sucesión de
letras y signos es una perfecta plasmación de la nueva filantropía:
C1 C1 = C C = C ( C2 = N [C@ @H] (CC (COC(C) (C)C) = O)C3=
NN=C(C) N3C4=C2C (C) = C(C)S4)C=C1
Así se transmite la identidad química de una molécula contra
el llamado carcinoma de la línea media con reordenamiento del gen NUT, una rara
y agresiva forma de cáncer que suele matar a los pacientes en menos de un año
después del diagnóstico. Codificada para confeccionar representaciones bi o
tridimensionales, es la típica información celosamente guardada por las
compañias farmacéuticas, ya que su valor potencial asciende a millones de
dólares. Y sin embargo, el médico y químico Jay Bradner, creador del compuesto,
la está regalando al mundo.
Un
especial libro de recetas. “Nuestra misión es acelerar la disponibilidad de
medicinas específicas para los pacientes oncológicos”, ha declarado Bradner,
que trabaja en el Dana-Farber Cancer Institute de Boston. Hasta el momento, a
compartido su hallazgo con 250 centros de investigación en decenas de países.
Aunque su generosidad aumentó la presión competitiva en su propio laboratorio,
la recompensa es que ahora hay muchas más personas interesadas en el citado
carcinoma: al menos diez artículos sobre él han sido publicados últimamente en
las revistas científicas más prestigiosas.
Bradner se ha especializado en el difícil y emergente campo
de la epigenética. El enfoque de esta disciplina es estudiar el genoma humano
como una especie de recetario que produce diferentes células y distintos
biológicos
Generoso con causa.El químico y médico
norteamericano Jay Bradner ha donado desinteresadamente a 250 laboratorios la
fórmula de la molécula diseñada por su equipo, que podría revolucionar la
lucha contra el cáncer.
|
en función de los genes que se encienden o se apagan durante el proceso de división. La expresión del gen correcto en el momento preciso sucede gracias a los llamados marcadores epigenéticos, una compleja serie de modificaciones moleculares y estructurales en el ADN – metilación – y en las proteínas que se unen a él – acetilación - . Como ya hemos explicado en el primer capítulo del dossier, esos cambios alteran la actividad de un gen sin modificar su secuencia original. En este sentido, el objetivo de Bradner es borrarle la memoria al cáncer.
Esto es, lograr que, cuando la célula cancerosa se divida, olvide su identidad y se convierta en una célula normal. Así cesaría su proliferación descontrolada. “ Con todo lo que debe hacer para matar el paciente, ¿Cómo se acuerda de lo que es?, ¿por qué no se convierte en una célula de ojo o de corazón?, ¿cómo sabe que su esencia radica en ser maligna? La razón es que el cáncer coloca pequeñas señales aquí y allá para recordar a la célula maligna que debe de seguir “reproduciéndose”, aclara el experto.
Esas instrucciones químicas epigenéticas están hechas de tres
tipos de proteínas, clasificadas como escritoras,
lectoras y borradoras. Su misión es adherirse al exterior del ADN, realizar
cambios estructurales y decirle a la célula cuál es su papel. “La naturaleza de
estas reacciones implica que los procesos epigenéticos son susceptibles a la
intervención química. En otras palabras, están abiertos al tratamiento con
fármacos”, concluye el médico norteamericano.
Un jinete del Apocalipsis. Mientras trabajaba con el carcinoma de la línea media, al equipo de Bradner se le ocurrió la idea de fabricar algo para inutilizar los manuales que contienen las instrucciones epigenéticas. Sabían cómo hacerlo: bloqueando la cerradura de uno de ellos, la proteína BRD4. Así nació la molécula heroica JQ1 – en honor a quien la diseñó, el químico Jun Qi -, y su trabajo vale por dos, ya que, además de pararle los pies a la BRD4, entorpece la manifestación de otra proteína llamada myc, involucrada en un 70% de los cánceres humanos. Estamos hablando de uno de los jinetes del Apocalipsis.
Hasta hace poco, la terrible myc era considerada una diana terapéutica rebelde, porque, a pesar de todos los esfuerzos, los investigadores eran incapaces de apagar su expresión. Las partes activas de su estructura no son accesibles a las pequeñas moléculas medicinales creada por los químicos. Por eso, Bradner dedujo que el bloqueo de la BRD4, una de las mayores colaboradoras de la myc- entre las dos se encargan de que la célula normal pierda su identidad y piense como una tumoral-, sería una forma indirecta de resolver el problema. “Confundir a la BRD4 es el equivalente químico a levantar una pantalla de humo”, dice el experto. La estratagema ha funcionado hasta el momento en ratones de laboratorio y, lo que es más importante , también surtió efecto en las células cancerosas de un individuo de veintinueve años que las donó poco antes de morir, con la esperanza de ayudar a pacientes futuros.
Un jinete del Apocalipsis. Mientras trabajaba con el carcinoma de la línea media, al equipo de Bradner se le ocurrió la idea de fabricar algo para inutilizar los manuales que contienen las instrucciones epigenéticas. Sabían cómo hacerlo: bloqueando la cerradura de uno de ellos, la proteína BRD4. Así nació la molécula heroica JQ1 – en honor a quien la diseñó, el químico Jun Qi -, y su trabajo vale por dos, ya que, además de pararle los pies a la BRD4, entorpece la manifestación de otra proteína llamada myc, involucrada en un 70% de los cánceres humanos. Estamos hablando de uno de los jinetes del Apocalipsis.
Hasta hace poco, la terrible myc era considerada una diana terapéutica rebelde, porque, a pesar de todos los esfuerzos, los investigadores eran incapaces de apagar su expresión. Las partes activas de su estructura no son accesibles a las pequeñas moléculas medicinales creada por los químicos. Por eso, Bradner dedujo que el bloqueo de la BRD4, una de las mayores colaboradoras de la myc- entre las dos se encargan de que la célula normal pierda su identidad y piense como una tumoral-, sería una forma indirecta de resolver el problema. “Confundir a la BRD4 es el equivalente químico a levantar una pantalla de humo”, dice el experto. La estratagema ha funcionado hasta el momento en ratones de laboratorio y, lo que es más importante , también surtió efecto en las células cancerosas de un individuo de veintinueve años que las donó poco antes de morir, con la esperanza de ayudar a pacientes futuros.
Una
molécula multiusos. La ciencia generada por los centros de investigación
que obtuvieron el JQ1 como regalo está revelando ventajas insospechadas de este
anticancerígeno. Por ejemplo, parece efectivo no solo en los tumores sólidos,
como el carcinoma de la línea media – estos tipos de cánceres son más difíciles
de tratar porque el fármaco tiene que penetrarlos- sino también en la leucemia: las células malignas
vuelven a ser glóbulos blancos normales. Por otro lado, los ratones con mieloma
múltiple, un cáncer muy agresivo de la médula ósea, están respondiendo
espectacularmente a la molécula. Asimismo, ensayos con roedores obesos han
demostrado que a la grasa se le olvida acumularse peligrosamente en las celulas
del higado. Finalmente, el JQ1 ha sido usado para estudiar algunas dolencias
infecciosas, como el sida y la enfermedad del beso o mononucleosi infecciosa,
que está provocada por el virus de Epstein-Barr.
“Ni en veinte años mi laboratorio podría abordar la cantidad de estudios que se han llevado a cabo en un año gracias a este enfoque abierto”, ha explicado Bradner en la revista Nature. Con quince millones de dólares aportados por la compañía inversora HealthCare Ventures, fundó la empresa de biotecnología Tensha Therapeutics. Actualmente está enfocada en buscar derivados del JQ1 que presenten los menores efectos secundarios posibles, primer paso esencial en el desarrollo de una medicina eficaz. El problema con estos nuevos fármacos es que tienden a bloquear cerraduras en las proteínas de células tanto enfermas como sanas, sin distinción; de ahí su toxicidad.
“Ni en veinte años mi laboratorio podría abordar la cantidad de estudios que se han llevado a cabo en un año gracias a este enfoque abierto”, ha explicado Bradner en la revista Nature. Con quince millones de dólares aportados por la compañía inversora HealthCare Ventures, fundó la empresa de biotecnología Tensha Therapeutics. Actualmente está enfocada en buscar derivados del JQ1 que presenten los menores efectos secundarios posibles, primer paso esencial en el desarrollo de una medicina eficaz. El problema con estos nuevos fármacos es que tienden a bloquear cerraduras en las proteínas de células tanto enfermas como sanas, sin distinción; de ahí su toxicidad.
Más recientemente, un grupo de investigadores encabezados por
Stephen Baylin, profesor de Oncología en la Facultad de Medicina de la
Universidad Johns Hopkins, cosechó alentadores resultados con otro tratamiento
epigenético para frenar el cáncer avanzado de pulmón. Curiosamente, algunos de
los participantes en el estudio que no respondieron al ensayo clínico sí
mostraron una reacción insospechadamente buena a los compuestos de
quimioterapia convencional que se les administraron luego. Baylin piensa que la
5-azacitidina, el primer fármaco desmetilizante, alteró las células de los
tumores de alguna manera para hacerlas más sensibles a la medicación.
Por su parte, la bióloga Soojin Yi, del Instituto de Tecnología de Georgia, En EE.UU., comparó muestras de cerebros de personas y chimpancés para responder a la siguiente pregunta: ¿por qué presentan los seres humanos una tasa tan elevada de cáncer, mientras que sus parientes evolutivos más cercanos casi nunca desarrollan la enfermedad? Como explicaba en la publicación American Journal of Human Genetics, la diferencia estribaría en el proceso epigenético de la metilación, capaz de apagar la expresión de un gen.
Por su parte, la bióloga Soojin Yi, del Instituto de Tecnología de Georgia, En EE.UU., comparó muestras de cerebros de personas y chimpancés para responder a la siguiente pregunta: ¿por qué presentan los seres humanos una tasa tan elevada de cáncer, mientras que sus parientes evolutivos más cercanos casi nunca desarrollan la enfermedad? Como explicaba en la publicación American Journal of Human Genetics, la diferencia estribaría en el proceso epigenético de la metilación, capaz de apagar la expresión de un gen.
La
Lista negra. Nosotros tenemos cientos de genes con niveles de metilación
mucho más bajos que los de los simios analizados. “Esta relación incluye números
desproporcionalmente altos de fragmentos de ADN relacionados con enfermedades”,
escribía Yi. “Están ligados al autismo, a defectos en tubos neuronales y al
alcoholismo. También pueden estar vinculados con la evolución de nuestra
exposición a ciertas dolencias, incluido el cáncer”.
El
estudio de los tumores malignos a la luz de la epigenética va para largo: los
investigadores apenas han comenzado a entrever cómo influye en la memoria de la
célula. no en vano, hoy por hoy, es el campo más caliente de la biotecnología.
Jay Bradner y sus colegas, incluyendo a los especialistas españoles del Centro
Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) o el Instituto Biomédica de
Bellvitge, solo están empezando a explorar un territorio desconocido
No hay comentarios:
Publicar un comentario