martes, 28 de junio de 2011

Secuenciado el genoma del demonio de Tasmania

Un grupo de científicos ha secuenciado el genoma del demonio de Tasmania (Sarcophilus laniarius), un marsupial carnívoro que sólo puede encontrarse en esa isla australiana y que está en vías de extinción por un letal cáncer facial de carácter infeccioso denominado Tumor Facial de los Demonios (DFTD, por sus siglas en inglés).

El DFTD, que desfigura a la víctima y causa la muerte por inanición o ahogo en cuestión de meses, surgió hace 15 años en la costa este de Tasmania y se propagó con rapidez hacia el oeste. Actúa como un virus pero se extiende a través de una única célula cancerosa que apareció en un ejemplar de demonio de Tasmania hace varias décadas. Esta célula maligna se contagia por un mordisco, el apareamiento o el mero contacto. "Imaginen un cáncer humano que se contagie sólo con dar la mano. Erradicaría nuestra especie con rapidez", sugiere el autor principal del estudio, Stephan Schuster, profesor de bioquímica y de biología molecular de la Universidad Penn State.

Según publica hoy la revista PNAS, los investigadores analizaron el genoma completo de dos demonios de Tasmania, uno de ellos resistente a dos cepas del mal -aunque finalmente sucumbió- y otro enfermo, así como el genoma de un tumor tomado de uno de ellos. Los animales fueron elegidos por su diversidad genética al proceder de los dos puntos más alejados entre sí de la isla. Los datos obtenidos servirán para determinar qué características deben tener los animales seleccionados para los programas de cría en cautividad que se llevan a cabo en Tasmania y en Australia continental, dijo Schuster.

Según Schuster, la diversidad genética del demonio de Tasmania ya es de por sí baja, una de las causas probables de su incapacidad para crear una respuesta inmune ante estos tumores. De ahí que no baste con que los ejemplares genéticamente seleccionados sean resistentes al DFTD, ya que no se quiere derrotar sólo a ese mal sino desarrollar individuos sanos y genéticamente diversos que puedan combatir enfermedades y patógenos que aún no han evolucionado.

Schuster y sus colegas esperan que su estrategia contra la extinción pueda aplicarse también a otras especies en peligro de desaparecer. Un 25% de los mamíferos terrestres están amenazados.

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